Gian Lorenzo BERNINI (1598-1680) es uno de los grandes artistas del Barroco.
Trabajó en Roma la mayor parte de su vida,salvo el tiempo pasado en París, llamado por el rey Luis XIV, y en Roma contó desde el inicio de su carrera con el mecenazgo de las familias más prestigiosas, de gran influencia y poder. Gracias a ello acaparó los encargos de la alta jerarquía eclesiástica y civil en detrimento de su opositor, Borromini.
Su arquitectura se caracteriza por la pureza y sencillez de las formas y el dominio del lenguaje clásico, al que incorporó el dinamismo y la teatralidad barrocos. En ellas destaca la importancia concedida a la luz para jerarquizar los espacios y subrayar la teatralidad.
Uno de sus empeños fue acabar de dotar a la basílica de San Pedro de la grandeza que merecía como centro del mundo católico. Con esa voluntad encargó a Bernini, además de otras obras (la Cátedra de San Pedro, la
Columnata y la Scala Regia) la realización del baldaquino que debía ir sobre la tumba de San Pedro, que es toda una propuesta del nuevo estilo.
EL BALDALQUINO:
El baldaquino es una obra monumental realizada en mármol, y fundamentalmente en bronce sobredorado, que reproduce los modelos litúrgicos utilizados en las procesiones de la época. Sobre la base de mármol se levantan cuatro columnas salomónicas o helicoidales de bronce, decoradas con pámpanos de vid – referencia a la eucaristía- que pretendían evocar las utilizadas en el templo de Salomón y que sustentan el dosel, decorados con abejas, símbolo de la familia Barberini a la que pertenecía el papa Urbano VIII. Sobre éste se alzan cuatro gigantescas volutas que prolongan el movimiento de las columnas y se rematan con el globo terrestre y la cruz, símbolos del triunfo universal de Cristo.