La ciudad palatina de Madinat-al-Zahra fue construida entre el año 936 y el año 945 por Abd-el-Rahman III y convertida en la capital gubernamental del recién creado califato islámico en Occidente, mientras que Córdoba, a cinco kilómetros de distancia, continuó siendo la megalópolis agrícola, comercial y religiosa. Aunque se ha tejido una leyenda romántica en torno a su origen lo cierto es que su fundación se debió a razones de carácter político; con su construcción Abderrahman quiso demostrar al mundo el inmenso poder político y religioso que adquirió al proclamarse príncipe de los creyentes o califa. La ciudad se construyó en la ladera de la sierra, recortada sobre un paisaje de almendros e higueras, y escalonada en tres terrazas jerárquicas y con diversas funciones: la superior albergaba el palacio propiamente dicho; en la terraza intermedia se construyeron las oficinas burocráticas y las viviendas reservadas a los ministros del régimen, separado todo ello por jardines, y la terraza baja fue dedicada a la ciudad propiamente dicha con la mezquita, la casa de la Moneda, el centro artesano oficial, el zoco y las casas de la población segmentadas en barrios.
El plano de la ciudad era rectangular y se defendía con una muralla en cuyos costados se situaban los cuarteles de caballería e infantería para la guarnición.
La ciudad fue destruida por los bereberes a principios del siglo XI, en el marco de la guerra civil desatada tras la muerte de Almanzor y que acabaría con el Califato.
Medina Azahara es hoy un conjunto arqueológico del que sólo ha sido excavado el diez por ciento de su superficie total. La zona excavada fundamentalmente corresponde a la terraza superior donde se alzaba el palacio del Califa. En ella ha sido posible la reconstrucción del salón del Trono, dividido en cinco naves laterales y cuyos muros se decoran profusamente. Las naves centrales presentan columnas bellamente labradas con fustes de mármol
rosado y azul de forma alternada. Sobre éstos se alzan arcos de herradura con la característica bicromía de sus dovelas.
La decoración rellena los muros del salón con un tema único y repetido: el hom sirio o arbol de la vida, formado por un tronco central que se ramifica dando tallos, hojas y flores hasta cubrir todo el panel. Aunque el tema es único existe una gran variedad en su representación ya que todos y cada uno de los
vegetales representados en sus más de 65 paneles son distintos. Es posible que esta decoración mural pretendiera evocar de forma simbólica el Paraíso.
http://web.educastur.princast.es/proyectos/jimena/pj_leontinaai/arte/webimarte2/index1.htm
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