sábado, 26 de marzo de 2011

Renacimiento


La publicación de los primeros tratados arquitectónicos, como el de Diego de Sagredo en 1526, provocaron una reacción en contra del exceso decorativo. Se busca ahora el sentido de la proporción, el equilibrio y la solución a los problemas estructurales que los recursos góticos no solventaban, con plantas regulares y simétricas. Se recupera definitivamente el arco de medio punto y las cubiertas con bóvedas de cañón decoradas con casetones. Los elementos decorativos son de procedencia arquitectónica: frontones curvos y triangulares, balaustres y columnillas. El resultado final permite contemplar edificios monumentales, sobrios y equilibrados.




En 1527, el emperador Carlos V encargó la construcción de un palacio en Granada en el mismo recinto de los palacios musulmanes de la Alhambra. El proyecto, inacabado, fue realizado por Pedro Machuca, arquitecto y pintor de formación italiana. El palacio expresa la idea del poder imperial como centro del universo y su simbología parece entroncar con la idea clásica de la divinización imperial. En su planta se dan cita la forma cuadrada, para el perímetro exterior, y la forma circular en el patio interior.
El diseño supone una gran novedad en la arquitectura palaciega, produciendo un edificio sobrio y equilibrado, en el más puro estilo bramantesco. Los antecedentes del patio circular, que constituye el elemento más llamativo del conjunto, se encuentran en el realizado por Bramante para enmarcar el templete de San Pedro in Montorio y en el trazado por Rafael para Villa Madama. El patio se divide en dos plantas que superponen el orden doricotoscano y el jónico.
Los alzados son adintelados y se separan mediante un entablamento presidido por un friso con triglifos y metopas.
Exteriormente sólo llegaron a decorarse la fachada meridional y la fachada occidental repitiéndose la ordenación interior: dos pisos que superponen pilastra dorico-toscanas y jónicas separadas por un entablamento intermedio. En la fachada destaca el almohadillado rústico del piso bajo, que puede considerarse una atrevida ruptura manierista de la coherencia interior-exterior. Así, al interior clásico, con una fachada ligera y equilibrada, se opone un exterior manierista caracterizada por una fachada compacta y pesada, compleja e irregular.
Por último cabe destacar la inserción de una serie de relieves en la fachada, motivos alegóricos alusivos a la figura triunfante del monarca, al que se compara con Hércules.



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